Los celos infantiles son un sentimiento totalmente natural que surge especialmente cuando los niños se sienten de algún modo, “desplazados”. Es decir, cuando perciben que su lugar está en peligro o en “situación amenazante”, como por ejemplo en el momento de la llegada de un nuevo hermano o miembro a la familia, cuando mamá adquiere un cargo superior en el trabajo y no puede dedicarle el mismo tiempo, etc.
Se trata de un sentimiento de “rechazo” precisamente hacia las personas que más quieren, hacia sus mayores referentes, las personas con las que tienen más vínculo de apego como son sus padres, abuelos… Los niños entran como en un estado de frustración porque sienten o creen que papá y mamá (en nuestro caso) no le quieren del mismo modo o no se lo demuestran la misma duración de tiempo a la que ellos estaban acostumbrados debido a estos nuevos factores. El niño reclama tener la misma atención y no comprende que esta ahora debe ser compartida.
Es común en los niños encontrar este tipo de sentimiento alguna vez, pues es fácil que en un momento dado se encuentren en una de las situaciones mencionadas anteriormente. Lo importante es saber diferenciar los celos de las conocidas rabietas propias de las crisis de crecimiento que mencionamos en uno de los post anteriores, para saber cómo intervenir.
¿CUÁLES SON LAS POSIBLES CAUSAS DE LOS CELOS?
Entre las posibles causas de los celos se distinguen dos tipos: reales (objetivas) y subjetivas (pueden ser irreales). Las reales son las que surgen de factores externos como los mencionados más arriba, y las irreales son las que nacen de la propia imaginación del niño; en este último caso estaríamos hablando de otro tipo de celos.
SÍNTOMAS DE UN NIÑO CELOSO, ¿CÓMO SABER SI NUESTO/A HIJO/A ESTÁ ATRAVESANDO UNA CRISIS DE CELOS?
Los indicadores que ponen en alerta el hecho de que un niño esté en plena “crisis de celos” pueden ser muy variados: desde conductas de timidez e introversión llegando incluso al aislamiento, a comportamientos “agresivos”.
Nuevos comportamientos no habituales en él/ella.
Inquietud en exceso.
Nerviosismo.
Está irritado/a casi todo el tiempo.
Tristeza.
Busca nuestra atención constantemente.
Puede llegar incluso a morder o pegar.
Desobediencia.
Signos de infelicidad (en casos más «extremos»).
Cambios en la expresión verbal y corporal: vuelven a emplear vocabulario más infantil, haciendo parecer que son un bebé que necesita mayor atención.
¿CÓMO INTERVENIR?
Para poder intervenir y hacerlo de la manera correcta, primero será necesario saber el origen de los celos, es decir, detectar cuáles han sido las causas (si realmente ha habido un factor nuevo externo que los haya podido causar de forma repentina) o si por el contrario se trata de una actitud que forma parte de la personalidad del niño, lo cual de cualquier modo habría que trabajar.
Aumentar en la medida de lo posible las actividades y juegos en familia.
Invertir tiempo de calidad con nuestros hijos: ya no se trata tanto de “cuánto” estemos con ellos, sino de “cómo”. Será fundamental nuestra entrega y nuestra actitud hacia ellos el tiempo que compartamos juntos.
Puesto que los celos responden a un reclamo de atención a nivel emocional, habrá que responder a las conductas deseadas y positivas, y tratar de no hacerlo de la misma manera en los episodios de celos.
Mantenernos tranquilos y en calma ante episodios celosos evitando recriminaciones ni actitudes similares y explicándole al niño el por qué de nuestro malestar en ese determinado momento.
Tener empatía, tratar de comprenderlo.
Ayudar al niño a expresarse, educarlo emocionalmente.
Si los celos se deben a la llegada de un nuevo hermano, se tratará de algo puntual y pasajero, por lo que habrá que acompañarlos de manera especial y hacerle sentir que continúa siendo protagonista.
Como cada etapa/crisis que atraviesan los niños a lo largo de la infancia, trataremos de acompañarlos de la manera más sana posible, desde el amor y el respeto seguro todo saldrá bien.